viernes, 13 de abril de 2012

Sexta Sonrisa


Todo ha sido perfecto durante los días finales de Abril. El editor tenía razón, han vendido muchos ejemplares de la novela. Sonrío. Sí, sonrío. Porque las sonrisas no deben faltar en mi vida. Pero se desvanece de inmediato al ver dónde estoy. Estoy de pie, vestida con un uniforme bastante extravagante, frente a las puertas de un teatro. Tengo miedo. Muchísimo. Llega Gato Negro, sonriente, y me hace un gesto para que la siga. Las palabras suelen sobrar en compañía de la otra. 

Entramos.

Y mi miedo aumenta. Las voces de la sala son múltiples, sé que hay mucha gente ahí afuera. Por suerte hemos entrado por la puerta trasera. Me gusta que tengamos ése tipo de accesos. Mi pulso tiembla, mi respiración se acelera y mi vista se nubla ligeramente. Me estoy estresando, demasiado. Unos metros más adelante puedo ver al resto de mis compañeros de teatro. Soy consciente de que ésta no va a ser una gran presentación, somos aficionados. De todos modos tengo pánico escénico, ya me costó salir a hablar de algo mío. ¿Cómo pretenden que actúe?

Palpo mi bolsillo, buscando el móvil. No está. ¿Y cómo voy a hablar con él? ¿¡Dónde está el móvil!? Mi mente se para y comienzo a buscar con más insistencia en todos y cada uno de los bolsillos del mono tejano que llevo. Incluso llego a quitarme la gorra abombada para mirar dentro. Ni rastro.

Decir que hiperventilo sería minimizar tanto mi situación como decir que un huracán es una simple brisa. Me siento en el suelo. Apoyo las manos en el mismo y agacho la cabeza, comenzando a sollozar, intento respirar. No sé por qué soy tan patética en éstos momentos. Intento tranquilizarme y no puedo, cada vez mis gestos son peores. Mira que juré hace tiempo que no sería como las chicas normales e histéricas.

—Me van a odiar. No tengo mi móvil para  llamarlo… Por Merlín, sé que no me va a salir. Soy patética, penosa, horrible… ¡Soy escoria! ¡No sé actuar, no sé hacerlo! ¡NO PUEDO HACERLO!
Una bofetada resuena en la sala y mi cabeza queda en silencio, sonrío y asiento, agradeciéndole el gesto, me estaba poniendo demasiado hiperactiva. Me revuelvo el pelo y recojo mi gorra del suelo, me la pongo pero permanezco arrodillada contra la madera. Una mano me toca el hombro, es Gato Negro de nuevo, espero a ver qué dice.

—Has dejado el teléfono en la entrada junto a tu bolsa, Nana. —comenta, parece divertirse al ver lo muy nerviosa que puedo llegar a ponerme.

—Gracias, no sé qué sería de mí con ésta cabeza loca y nadie que me recuerde lo que debo hacer… Y cuándo, claro.

—Pues ahora, señoritas, lo que tienen que hacer es subir al escenario porque es vuestro turno. —Una voz ajena a la conversación, no evito reírme un poco por lo bajo al recordar que nuestro profesor siempre nos trata de señoritas.  Mi pulso late con normalidad, imagino una sonrisa que –casualmente –, se parece a la mía, y me aventuro sobre las escaleras para ir a parar sobre la tarima.

El telón se abre.

Y puedo jurar que nunca había visto a tanta gente mirarme directamente. Son demasiados, es una exposición y no es seria pero… de cualquier modo me cuesta concentrarme. Eso sí, cuando me dan el paso, cuando la primera de mis compañeras ya ha hablado, me olvido del mundo y con la sonrisa que he imaginado en la mente, dejo de ser yo y paso a ser la chica extravagante, una loca soñadora que quiere alcanzar la luna y no le permiten hacerlo. Es tan experimental.

El tiempo pasa casi sin darme cuenta. Y mi sonrisa no se hace presente hasta finalizada la obra porque el personaje no sonríe, es feliz pero no lo muestra, curiosa y desamparada sueña con el cielo, la luna y las estrellas. Yo, simplemente lo llevo a cabo, cumplo su sueño, le entrego la luna.

Y cuando se cierra el telón. Y se abre de nuevo, y saludamos… Entonces me permito sonreír. Porque lo he hecho bien. Porque no he muerto. Porque no han entrado los alienígenas de Mars Attacks y me han desintegrado. Porque puedo decir que por un momento he sido libre, he dejado de ser yo. Me desespero por coger mi móvil pero es de buena educación esperar y ver actuar a los siguientes actores. Ellos representan Hamlet, mi obra preferida de Shakespeare, pero eso adquiere un toque de poca imaginación… No han creado un guion, no han creado una historia.

Y sin embargo, también me gustan.

El día termina y me voy a casa, niego ir en coche y monto en el autobús con tranquilidad, al fin tengo mi teléfono entre manos y puedo enviar mensajes. Pero no me atrevo a hacerlo. El miedo es igual al que he experimentado antes de subir a actuar, siento que estoy siendo demasiado pesada, siendo que él me puede odiar. No quiero que me odie. Mi pensamiento suele ser demasiado negativo. Y eso es malo.

Voy a enviar algo, lo he decidido. Y cuando empiezo a escribir, me llega a mi uno precisamente de su parte.

P: “Se comenta por twitter que has actuado espléndidamente ésta tarde.”

Sonrío. Mis dedos se deslizan por la pantalla. Al final tendré que cobrar por sonrisas, al final tendré que llevar la patente a alguna parte. Demasiadas en los últimos dos meses. Demasiadas. No debería, se me va a romper la piel o algo…

N: “Los de twitter tienden a exagerar, ya lo sabes…”

Me quito importancia porque sigo sin tenerla. Levanto mi vista de la pantalla, vamos casi sin compañía y a las diez de la noche no me sorprende que seamos siete personas en total. Lo que me sorprende es reconocer la portada de cierto libro en las manos de alguien anónimo. Mi sonrisa se hace presente una vez más, la timidez acompaña. Quiero levantarme y decirle algo, agradecerle que lea algo que yo y mi desesperanza hemos escrito. Pero no lo hago, permanezco sentada. Mis ojos se deslizan hasta ésa persona –que resulta ser un chico –hasta que me pilla mirándolo. Trago saliva pero no me sonrojo, a él no le quiero ver porque es un chico que no es mi chico. Solo tengo ojos para el mío. O tal vez palabras porque ojos no precisamente.

Y pese a ello me encuentro a mí misma levantándome del asiento y poniéndome junto a él, mi mirada se desliza por las páginas que él lee, me gusta cómo quedan las palabras sobre el papel, me gusta el sentimiento, me gusta saber que son mías, que yo misma soy quien ha decidido que eso sería así, que yo misma soy quien ha creado a los personajes. Su mirada deja de posarse en el libro y acaba centrándose en mi cara. Parece suspirar y debatirse entre hacer o no hacer algo, las páginas no pasan. Se ha quedado quieto.

—¿Si te firmo el libro dejarás de suspirar y soñar mirándome? —pregunto, tal vez ha sonado incluso egocéntrico pero tras minutos en los que no avanzaba leyendo la historia (que sé que la he creado yo pero quiero seguir leyendo la parte que he enganchado, es muy interesante aunque esté mal que yo lo diga) ya no puedo más con su pasividad.

—Yo… esto… sí…—tímido, avergonzado. Sería tierno, incluso. Me parece un bebito, es demasiado inocente y adorable. Saco un bolígrafo y tras marcar la página lo abro por el inicio y escribo algo con rapidez antes de firmar.

“Que los únicos suspiros que surjan de tus labios, sean de amor verdadero. Siempre por alguien que te ame y cuide, como en ésta historia tú decides si quieres o no cambiar tu destino. Mucha suerte.
Nana.”

El chico lo lee y asiente. Murmura un “gracias” y vuelve a abrir la página que leía en el libro. Se lo piensa y saca su teléfono del bolsillo, me mira pidiendo permiso. Me encojo de hombros, sonrío ampliamente pensando en mi chico misterioso y espero a que nos haga la foto a ambos a la vez. Queda muy cutre hacerse una auto-foto pero creo que aunque acabo de empezar a ser alguien en el mundo de la escritura, aunque acabo de publicar mi primer y único libro, hay gente que ha decidido ser mi fan. Y como ídolo no pienso decepcionar a nadie, aunque eso represente hacerme fotos. 

Odio las fotos.

—¿Te gusta…?

—Sí, me encanta. Es alucinante. No sé cómo lo has hecho, yo nunca podría escribir algo así…—su voz se acelera, no he tenido ni que darle pie a la conversación, parece haberse animado al ver la actitud de persona tímida que yo tengo también.

—¿Escribes?

—Sí.

—Entonces no te rindas. Esto no puedes hacerlo, ya lo he hecho yo. Pero puedes hacer otra cosa completamente distinta que sea igual de genial. ¿No crees? No tienes por qué imitar a nadie para triunfar… ¿Cómo te llamas? —hablo yo también, quiero que se anime y escriba. No lo conozco y no me importa.

—Javier.

—Encantada de conocerte, entonces. ¿Sabes? Búscame en Facebook o twitter por el pseudónimo. Yo te aceptaré la solicitud, quiero leer algo de lo que escribas…

—¿Opinarías sobre ello?

—Sí. Pero no esperes comentarios bonitos, soy peor que tu profesora de literatura.

Sé que he dado en el clavo porque empieza a reírse, no debe tener más de quince años. A mis quince años yo era así, él me recuerda a mí. Yo quería triunfar pero tenía –y tengo, diantres–, fobia social y vergüenza en general. Yo tampoco pensaba que pudiese escribir algo bueno y estoy aquí, hoy, con un fan que ha leído –o está leyendo-, mi libro.

Sé que llego a mi parada así que me despido rápidamente y pulso el botón para avisar que debe frenar ya el autobús. Me bajo y le saludo con la mano mientras se aleja, han sido unos segundos para conocerlo y presiento que nos volveremos a encontrar. Reviso  mi móvil mientras espero para entrar en casa. Tengo varios mensajes en el whattsapp y me siento una persona horrible por no haber podido respondérselos.

P: “Me hubiera gustado verte hoy también…”

P: “¿No sabes acaso si alguien lo grabó?”

P: “Tal vez molesto demasiado… creo que me he pasado hablando…”

P: “Lo siento, soy demasiado insistente. Perdóname…”

P: “Si estás enfadada lo entiendo… Bueno, adiós, supongo…”

Mi cara de horror es infinita, no sé cómo puede llegar a pensar eso de mí. Cierro los ojos y respiro hondo. Tecleo con toda la rapidez que puedo.

N: “¿Puedes llamarme, P…?

Apenas recibe el doble check y lo lee, suena mi móvil. Una canción de My Chemical Romance y yo simplemente sonriendo y cabeceando. No le hago sufrir y lo cojo, no quiero que él se sienta mal.

Perdóname tú a mí. —Sin dejar que hable soy la primera en añadir algo, en decir exactamente lo que tengo que decir. Porque sí, porque quiero. Porque le quiero a él.

—¿Por qué? El que insiste demasiado soy yo. Soy muy pesado a veces, lo comprendo…—se excusa, parece dolido realmente. Yo sonrió de lado, imperceptiblemente, tristemente.

No. ¿Sabes? Hoy conocí a un chico. Se llama Javier. —comienzo, puedo jurar que se ha quedado sin aire, que no respira—. Estaba yo en el autobús cuando vi que había alguien que leía mi novela. Me acerqué y le hablé, así porque sí. Nos tomamos una foto y le autografié el libro. Dice que él también escribe pero no cree que sea bueno… —Hago una pausa para poder escoger las palabras en inglés para explicárselo—. Me ha encantado… saber que de verdad la gente lee mis historias, es genial…

Qué suerte…—puedo jurar, de nuevo, que suena triste y apagado.

—¿Te pasa algo? —pregunto, asustada.

No, no te preocupes… ¿Crees que ése tal Javier aceptará salir contigo…?—pregunta. Sonrío de lado a lado entendiendo por un momento qué sucede.

No quiero salir con él.

Pero es lo típico cuando alguien dice “he conocido a un chico”…

No, para mí no. Yo lo he conocido. Nada más. Solo conocerle. Me ha hecho gracia que leyera mi libro. No quiero nada con él. Nunca. Jamás. —lo aseguro con total firmeza. Sé que ha sonreído, pero no me importa, igual estoy confundiendo las cosas. Él no  me debe amar, jamás lo haría, lo sé—. Solo una persona ocupa mis pensamientos, él no es. Ni de coña.

—¿Quién… es? —pregunta, tembloroso.

No quiere una respuesta. Lo entiendo, yo tampoco querría una respuesta. O tal vez sí. Sé que es arriesgado, que tal vez deje de hablarme, que no puedo asegurarme su futura amistad. Me preparo para el final trágico, pero lo hago. Lo digo.

Tú.

(Os voy a pedir que seáis simpáticos y comentéis, veo que cada día -¡En apenas trece!- suben las visitas pero me decepciona ver que ninguno hace el esfuerzo de darle al botón de comentar... Es un gran apoyo que me digáis qué os parece, cómo querríais que continuase, todas ésas cosas que estaré encantada de recibir, leer, y responder.)

4 comentarios:

  1. ¿¿Que pasará, que pasará?? (Mira que tienes mala leche parándolo justo ahí :P)
    Tienes razón, tendría que haber comentado antes. Ya lo quería hacer...
    Me está gustando mucho, está genial y escribes muy bien. Un poco cursi, también.
    Me ha pasado algo raro. Al principio, en las tres primeras "sonrisas", pensaba que la historia era real, y que te estaba pasando a ti. Es decir, que tú eras la protagonista. Y tampoco me había enterado de que P. W. era Pete Wentz, porque no había visto la portada. Así que estaba un poco (solo un poco) alucinada. Después ya me di cuenta y me gusta aún más. Quiero leerlo enterito, Nana.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Oh si, suele pasar, la gente no se da cuenta. Quiero darle el toque realista pero sin perder de vista que es una historia... En fin. Gracias por comentar *-* Digamos que la protagonista es yo en parte, y en parte no.

      Eliminar
  2. Crítica, no te asustes!! D:
    El principio algo sosillo, le falta la fuerza con la que sueles escribir. Pero, ts es normal ^^ incluso los buenos escritores tienen sus momentos. También he de añadir ( que parece que lo has hecho a propósito jojoojo) que has comenzado a hacerlo interesante al final para luego dejarnos con la miel en la boca DD: MUY MAL!! Ahora quiero saber como sigue el cap7. Y como siempre, tus historias siguen siendo increíbles D: y mis comentarios muy cortos y cutres pero ja! XD pienso seguir con ellos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jamás he salido a actuar frente a muchas personas en un escenario, tal vez. No sabía exactamente cómo plantearlo o si, tal vez, debería escribir la función. En fin, ya te lo dije por privado. No te asustes tú al criticar, jamás, las acepto todas :3

      Eliminar