Un día llego a clase con una determinación bastante
pronunciada. Entro en la clase de inglés y espero pacientemente a que la
profesora me de mi turno, a que me permita hablar. Me dirijo a ella con mi
siempre cordial tono y le expongo mis motivos para faltar al examen próximo, al
de la semana entrante.
—Tengo una reunión muy importante con la editorial, con
Random House Mondadory. Quería pedir un adelanto del examen para poder realizarlo…
Ella lo comprende, mi profesora de inglés siempre es buena
con todo el mundo, siempre tiene ése toque humorístico tan característico en
ella, siempre es capaz de sacarnos una sonrisa en sus clases, sin dejar de ser
profesora por ningún motivo. Me gusta que lo haga porque es distinta al resto,
me cae bien. Supongo que eso es bueno ¿No? Regreso a mi sitio y continúo
pensando en las mil y una cosas que pueden suceder a partir de éste momento.
Porque la semana santa ha terminado y con ella ha pasado ése tiempo religioso
que mi madre aprovecha para rezar y todo eso. No me importa, yo no sigo sus
costumbres. Pero ya no puedo estar disponible en todo momento. Los mensajes no
faltan aun así. Me sorprenden de vez en cuando, él sigue trabajando.
“Buenos días,
princesa. Acabo de despertarme y he pensado en ti. ¿Cómo te va?”
Mi sonrisa es inmediata una vez más, oculto mi teléfono
móvil para que la profesora no me lo requise y le envío mi respuesta. Parezco
una tonta, una tonta enamorada de alguien de quien no sabe nada. Ni su edad,
nombre o cara. Sé que no dejo de repetir eso pero es la verdad, la realidad. El
no saber y el desconocimiento tal vez me hacen enamorarme más.
Inmediatamente después me llega una nueva respuesta, sin
darme tiempo a contestar yo misma lo que
él me había dicho.
“Echa un vistazo a los
contactos del Whattsapp”.
Lo hago ignorando por completo todas las estructuras
gramaticales que debería estar trabajando en la clase. Y me da un salto al
corazón al verlo ahí, su nombre entre el resto de mis contactos. Pone aquello
por lo cual lo tengo guardado en la agenda. “P.” mi sonrisa se amplia por
momentos y recibo el primer mensaje en ése lugar concreto.
P: “Es mejor por aquí, a mi no me importa el dinero pero sé
que tienes pocos ingresos y es mejor que no los gastes en sms…”
Me enternece y tecleo mi respuesta. Bendigo a todos los
creadores de smartphones porque son realmente útiles en ocasiones como ésta, a
veces me pregunto si alguno de ellos supo lo que era estar así de enamorado. Yo
sé que nadie a mi alrededor podrá saberlo jamás. Porque ellos no son yo. Yo soy
diferente y lo siento de forma distinta. Y aunque me duele, a veces me duele no
poder mostrarlo, sé que no soy tan distinta en el fondo, muy en el fondo puedo
sentirlo tan fuerte como ellos.
Nana: “No tenías que preocuparte… ¿Te has comprado un
Smartphone sólo para hablar conmigo?”
P: “Algo así, mi móvil se rompió y no vi necesidad de
mantener ésa clase de aparatos inútiles…”
Nana: “Bueno, mucho mejor así…”
P: “Creo que tienes clase de inglés ahora ¿Por qué no
prestas atención?”
Nana: “Me estás leyendo en ése idioma ¿crees que las
necesito, las clases?”
P: “Tienes parte de razón… ¿Qué has hecho hoy?”
Nana: “Acabo de pedir permiso para faltar al examen de la
semana que viene, tengo reunión con la editorial y todo eso…”
P: “Oh, joder, siempre igual… Me reclaman para las pruebas
de sonido. Ya sabes, cualquier cosa ahora que tenemos ésta aplicación rarota,
me envías un watts… ¿Se dice así, no?”
Nana: “Anda, que te vaya bien, pequeñajo…”
Mis dedos se frenan antes de teclear un “te quiero” y me
planteo prestar atención en lo que queda de clase. Y a lo que queda de semana.
Cada día que pasa le conozco más y más, cada día siento una angustia demasiado
grande si no me responde los mensajes o si me los envía y yo no puedo
responderlos por falta de tiempo. Los viajes en metro y en autobús se
convierten en mi momento estrella, ése lugar en el cual poder explicarle
cualquier cosa que pase por mi cabeza sin preocuparme del rato que tarde en
ello.
Y la semana pasa e incluso pasa el momento en el que hago el
examen. Y mi vida es tranquila y aburrida pero él la hace temblar de vez en
cuando. Y la reunión es un éxito y el acuerdo está listo y la presentación será
en poco tiempo. La semana que viene, para ser exactos. Es abril, el día veinticuatro
deberé ir yo, precisamente yo, a protagonizar una especie de rueda de prensa
que hacen para aquellos escritores que presentan un nuevo libro. Les ha gustado
mi idea, al parecer. Mucho, también.
El temible día llega y en lugar de enviar un watts como él
me dijo, marco su número y le llamo. He hecho algo que no tendría que haber
hecho, me he vestido a mi modo. No me he puesto en el plan de llamar poco la
atención, no. Voy con un chaleco y un pañuelo al cuello, incluso me he peinado
de forma extravagante. No es que sea malo para mi imagen pero todas las miradas
que me hubieran ignorado, no lo harán.
—¿Aloh…?—Su voz
suena cansada, allí debe ser media mañana y probablemente lo haya pillado en
las nombradas “pruebas de sonido”, en una reunión o en algún sitio al azar.
Oigo trajín y cómo el ruido de fondo va desapareciendo.
—Hola…—digo tímidamente. Él parece reavivarse de inmediato.
—Oh, perdón, estaba
prestando atención a la futura campaña de marketing… ¿Qué sucede? —pregunta
con paciencia y tranquilidad, con diversión y tal vez un poco de ilusión. Lo
dudo, nadie se ilusionaría por hablar conmigo.
—Es que… voy… A entrar ahora. A la presentación del libro. —explico.
Los nervios están muy presentes en mi estómago y no puedo evitar sonrojarme
aunque él no me vea.
—Lo sé…—murmura. —Sabes que lo harás bien, las cámaras te
amarán y no creo que los periodistas se pasen demasiado con las preguntas. —se
corrige a sí mismo para darme ánimos. Suspiro aliviada y creo que si él me lo
dice es verdad porque es él, y él tiene razón siempre. Tiene que tenerla.
—Marina, entras en cinco minutos. —Una voz aguda me hace
despertar de mi sopor.
—Ya lo he escuchado,
anda, ves. Te daría suerte pero no la necesitas, cuentas con mi apoyo… Lo sabes
¿no? —pregunta.
Me da esperanza y tras un “lo sé”, cuelgo el aparato y miro
al frente. Vuelvo a respirar hondo y cuando me dan el paso salgo. Hay una mesa
y unos micrófonos. Voy a estar sola frente a la gente, debe haber más de
cincuenta personas. Y yo sola. Yo sola. Es una idea que no me quito de la
cabeza. Debo serenarme más aún, debo ser yo misma. Recuerdo todas las veces que
soñé con un momento así, siempre decía que sería divertida y bromearía, que no
dejaría que los nervios me ganasen.
Mis pasos resultan torpes al aproximarme al centro y
sentarme en la silla. El foco de luz me molesta y el hecho de que una cámara no
deje de apuntarme me incomoda bastante. Estoy aterrorizada. Odio mi vida en
éstos momentos. Sus palabras, sin embargo, resuenan en mis oídos, en mi mente.
Tomo aire y cierro los ojos, se supone que tengo que comenzar a hablar yo.
—Puedo jurar que he estado a punto de no entrar hoy en ésta sala.
Pero alguien me ha dado su apoyo y quiero agradecérselo y dedicarle ésta
historia porque si no probablemente no hablaría frente a vosotros. Os
preguntaréis el por qué, por qué no quería entrar, por qué no quería sentarme
justo aquí, en ésta silla, frente a frente con otras personas que son como yo,
viven en el mismo país y planeta. Es fácil. Leeréis mis palabras, leeréis mis
historias. No me leeréis a mí si no a mi creación. Por eso yo soy independiente
de mi libro, yo soy solo la humilde escritora que le ha dado forma a la trama,
no soy la trama. Ese es el motivo por el cual me sentía incapaz de hacerlo, soy
las manos y la pluma, no la historia. No soy importante, al fin y al cabo.
El silencio se apodera del lugar, nadie ha comenzado jamás
diciendo algo de ése estilo, creo que soy la primera. Las cámaras me siguen
apuntando, las de fotos sacan flash, las de video graban. Alguna debe estar
retransmitiéndose en directo y gran parte de España debe verme, tal vez también
gran parte de internet. Carraspeo, menos nerviosa que antes pero sabiendo que
lo que diga va a ser juzgado posteriormente.
—Mi libro. Mi libro habla de algo prohibido, de un amor
extraño y una conspiración etérea. Probablemente si no lo leéis no entendáis lo
que digo, no entendáis las dimensiones de lo que he intentado explicar. Varias
dimensiones, imaginaciones y un único fantasma que conecta el presente con el
pasado. Identificados os podréis sentir todos, la sangre será compañera en cada
palabra y el dolor y terror también, pero habrá esperanza e ilusión. Es la
historia de Helena Rozencratz y cómo ella vive en otro mundo, en una realidad
alternativa. Es la historia de Ryan Midnight y cómo es capaz de abandonarlo
todo para salvar el planeta de la destrucción y, de paso, evitar que Helena Rozencratz
sea prisionera de la locura. Sí, mi libro es distinto, es igual, es extraño y a
la vez es familiar. Podréis comprarlo en el lugar donde se compran los libros,
a mi no me han pedido que especifique nada…
Las preguntas se suceden una tras otra y a cada segundo me
encuentro más cómoda, llego a bromear incluso, llego a hablar con tranquilidad
y desasosiego como si hubiera nacido para un momento así, como si las cámaras
desaparecieran y fuéramos yo y el salón. Y unos amigos que me comentan cosas al
azar. Mi sonrisa se hace presente con el deje de nostalgia de mi mirada que
puedo jurar que nadie conoce ni sabe ver. Hay una amiga mía al final de la sala
y le agradezco su presencia.
Y la presentación llega a su fin y más de uno quiere que
firme para su periódico o una copia del libro autografiada. No lo entiendo
porque aún no soy famosa hasta ése punto. Hago caso a lo que dicen y se lo doy
todo a todos hasta que el jefe de la editorial me pide que salga de ahí. Y
cuando salgo de ahí y las cámaras se apagan vibra mi teléfono indicándome que
tengo un mensaje más de whattsapp. Lo miro y, de nuevo, se amplía mi sonrisa
más y más. Felicidad instantánea, es mi quinta sonrisa verdadera.
“Has estado
impresionante. Gracias por dedicármelo… Miss you.”
Aprieto el aparato contra mi pecho, feliz de nuevo. Feliz de
saber que me ha visto por internet a pesar de todo el trabajo que probablemente
se le habrá acumulado con los de márketing. Intento no responder pero se me
hace imposible y mis dedos viajan por la pantalla táctil de mi Smartphone. Veo
injusto que conozca mi apariencia y yo no la suya pero no me importa. Sé que
eso es culpa de Olga o Irene, que ellas deben haberle dicho dónde podría ver mi
presentación, que ellas deben haberle enviado alguna que otra foto. El hecho de
que no haya dejado de hablarme es algo a tener en cuenta sabiendo que tampoco
le he parecido un horror de persona. Aprecio que no me odie, aprecio que me
haya visto en mi primera presentación y, pese a todo, sea capaz de enviarme un
mensaje de apoyo y felicitación.
Tiemblo al saber que me ha visto, al entender por fin que
para él ya no soy solo palabras, que soy una imagen, que tengo ojos con los que
podría mirarle, que mi piel es del mismo tono que aquellas galletas que se
tuestan al sol y quedan doradas. Que soy real. Tangible, incluso.
No dejo que me afecte la
magnitud de mi pequeña paranoia. Me giro y comienzo a caminar, el editor me
llama la atención, vuelvo a su lado y me tiende la mano. La sacudo, me
felicita. Ha sido un verdadero éxito y asegura que se venderá como si fueran
churros, que saben hacer publicidad y que la gente que ha estado presente se ha
sorprendido con lo que he dicho. No me sonrojo con él delante, asiento y le
comunico que ha sido un placer. Contra todo pronóstico no me deja irme, me pide
que me quede un rato más para ultimar algún detalle de futuras ventas o ruedas
de prensa, de futuros proyectos. Yo, con el móvil en el bolsillo, tengo que
aceptar que es necesaria mi presencia: Responderé más tarde.
Dime que habrá un desenlace más aclarador. Lo has dejado muy, muy abierto. (No se si es el final definitivo, eh).
ResponderEliminarPero he de admitir que 'P' tiene el toque sexy de anonimato, protector y amable y cariñoso. Y he de decir que me gusta.
Y la historia es tan original, sobre todo me gusta el párrafo donde hablas por primera ves con la prensa... Eso sí que es DESTACAR.
Oh, por supuesto que lo habrá. Ésto apenas va por la quinta sonrisa. Habrá diez en total, y luego empezaré con las lágrimas. O tal vez la risa... No está decidido. :3
EliminarBueno, supongo que he plasmado bastante todas mis emociones en ello, el tal "P" es lo que yo creo que debería ser cualquier chico, es muy... genial. Sí, genial es la palabra.
Me gusta que te guste, sí, lo de la prensa es una loca idea de mi cabeza que, cabe destacar, pretendo realizar de forma similar, no me imagino otra manera de decirlo...