martes, 10 de abril de 2012

Quinta Sonrisa


Un día llego a clase con una determinación bastante pronunciada. Entro en la clase de inglés y espero pacientemente a que la profesora me de mi turno, a que me permita hablar. Me dirijo a ella con mi siempre cordial tono y le expongo mis motivos para faltar al examen próximo, al de la semana entrante.

—Tengo una reunión muy importante con la editorial, con Random House Mondadory. Quería pedir un adelanto del examen para poder realizarlo…

Ella lo comprende, mi profesora de inglés siempre es buena con todo el mundo, siempre tiene ése toque humorístico tan característico en ella, siempre es capaz de sacarnos una sonrisa en sus clases, sin dejar de ser profesora por ningún motivo. Me gusta que lo haga porque es distinta al resto, me cae bien. Supongo que eso es bueno ¿No? Regreso a mi sitio y continúo pensando en las mil y una cosas que pueden suceder a partir de éste momento. Porque la semana santa ha terminado y con ella ha pasado ése tiempo religioso que mi madre aprovecha para rezar y todo eso. No me importa, yo no sigo sus costumbres. Pero ya no puedo estar disponible en todo momento. Los mensajes no faltan aun así. Me sorprenden de vez en cuando, él sigue trabajando.

“Buenos días, princesa. Acabo de despertarme y he pensado en ti. ¿Cómo te va?”

Mi sonrisa es inmediata una vez más, oculto mi teléfono móvil para que la profesora no me lo requise y le envío mi respuesta. Parezco una tonta, una tonta enamorada de alguien de quien no sabe nada. Ni su edad, nombre o cara. Sé que no dejo de repetir eso pero es la verdad, la realidad. El no saber y el desconocimiento tal vez me hacen enamorarme más.

Inmediatamente después me llega una nueva respuesta, sin darme tiempo a contestar yo  misma lo que él me había dicho.

“Echa un vistazo a los contactos del Whattsapp”.

Lo hago ignorando por completo todas las estructuras gramaticales que debería estar trabajando en la clase. Y me da un salto al corazón al verlo ahí, su nombre entre el resto de mis contactos. Pone aquello por lo cual lo tengo guardado en la agenda. “P.” mi sonrisa se amplia por momentos y recibo el primer mensaje en ése lugar concreto.

P: “Es mejor por aquí, a mi no me importa el dinero pero sé que tienes pocos ingresos y es mejor que no los gastes en sms…”

Me enternece y tecleo mi respuesta. Bendigo a todos los creadores de smartphones porque son realmente útiles en ocasiones como ésta, a veces me pregunto si alguno de ellos supo lo que era estar así de enamorado. Yo sé que nadie a mi alrededor podrá saberlo jamás. Porque ellos no son yo. Yo soy diferente y lo siento de forma distinta. Y aunque me duele, a veces me duele no poder mostrarlo, sé que no soy tan distinta en el fondo, muy en el fondo puedo sentirlo tan fuerte como ellos.

Nana: “No tenías que preocuparte… ¿Te has comprado un Smartphone sólo para hablar conmigo?”

P: “Algo así, mi móvil se rompió y no vi necesidad de mantener ésa clase de aparatos inútiles…”

Nana: “Bueno, mucho mejor así…”

P: “Creo que tienes clase de inglés ahora ¿Por qué no prestas atención?”

Nana: “Me estás leyendo en ése idioma ¿crees que las necesito, las clases?”

P: “Tienes parte de razón… ¿Qué has hecho hoy?”

Nana: “Acabo de pedir permiso para faltar al examen de la semana que viene, tengo reunión con la editorial y todo eso…”

P: “Oh, joder, siempre igual… Me reclaman para las pruebas de sonido. Ya sabes, cualquier cosa ahora que tenemos ésta aplicación rarota, me envías un watts… ¿Se dice así, no?”

Nana: “Anda, que te vaya bien, pequeñajo…”

Mis dedos se frenan antes de teclear un “te quiero” y me planteo prestar atención en lo que queda de clase. Y a lo que queda de semana. Cada día que pasa le conozco más y más, cada día siento una angustia demasiado grande si no me responde los mensajes o si me los envía y yo no puedo responderlos por falta de tiempo. Los viajes en metro y en autobús se convierten en mi momento estrella, ése lugar en el cual poder explicarle cualquier cosa que pase por mi cabeza sin preocuparme del rato que tarde en ello.

Y la semana pasa e incluso pasa el momento en el que hago el examen. Y mi vida es tranquila y aburrida pero él la hace temblar de vez en cuando. Y la reunión es un éxito y el acuerdo está listo y la presentación será en poco tiempo. La semana que viene, para ser exactos. Es abril, el día veinticuatro deberé ir yo, precisamente yo, a protagonizar una especie de rueda de prensa que hacen para aquellos escritores que presentan un nuevo libro. Les ha gustado mi idea, al parecer. Mucho, también.

El temible día llega y en lugar de enviar un watts como él me dijo, marco su número y le llamo. He hecho algo que no tendría que haber hecho, me he vestido a mi modo. No me he puesto en el plan de llamar poco la atención, no. Voy con un chaleco y un pañuelo al cuello, incluso me he peinado de forma extravagante. No es que sea malo para mi imagen pero todas las miradas que me hubieran ignorado, no lo harán.

—¿Aloh…?—Su voz suena cansada, allí debe ser media mañana y probablemente lo haya pillado en las nombradas “pruebas de sonido”, en una reunión o en algún sitio al azar. Oigo trajín y cómo el ruido de fondo va desapareciendo.

—Hola…—digo tímidamente. Él parece reavivarse de inmediato.

Oh, perdón, estaba prestando atención a la futura campaña de marketing… ¿Qué sucede? —pregunta con paciencia y tranquilidad, con diversión y tal vez un poco de ilusión. Lo dudo, nadie se ilusionaría por hablar conmigo.

—Es que… voy… A entrar ahora. A la presentación del libro. —explico. Los nervios están muy presentes en mi estómago y no puedo evitar sonrojarme aunque él no me vea.

Lo sé…—murmura. —Sabes que lo harás bien, las cámaras te amarán y no creo que los periodistas se pasen demasiado con las preguntas. —se corrige a sí mismo para darme ánimos. Suspiro aliviada y creo que si él me lo dice es verdad porque es él, y él tiene razón siempre. Tiene que tenerla.

Marina, entras en cinco minutos. —Una voz aguda me hace despertar de mi sopor.

Ya lo he escuchado, anda, ves. Te daría suerte pero no la necesitas, cuentas con mi apoyo… Lo sabes ¿no? —pregunta.

Me da esperanza y tras un “lo sé”, cuelgo el aparato y miro al frente. Vuelvo a respirar hondo y cuando me dan el paso salgo. Hay una mesa y unos micrófonos. Voy a estar sola frente a la gente, debe haber más de cincuenta personas. Y yo sola. Yo sola. Es una idea que no me quito de la cabeza. Debo serenarme más aún, debo ser yo misma. Recuerdo todas las veces que soñé con un momento así, siempre decía que sería divertida y bromearía, que no dejaría que los nervios me ganasen.

Mis pasos resultan torpes al aproximarme al centro y sentarme en la silla. El foco de luz me molesta y el hecho de que una cámara no deje de apuntarme me incomoda bastante. Estoy aterrorizada. Odio mi vida en éstos momentos. Sus palabras, sin embargo, resuenan en mis oídos, en mi mente. Tomo aire y cierro los ojos, se supone que tengo que comenzar a hablar yo.

—Puedo jurar que he estado a punto de no entrar hoy en ésta sala. Pero alguien me ha dado su apoyo y quiero agradecérselo y dedicarle ésta historia porque si no probablemente no hablaría frente a vosotros. Os preguntaréis el por qué, por qué no quería entrar, por qué no quería sentarme justo aquí, en ésta silla, frente a frente con otras personas que son como yo, viven en el mismo país y planeta. Es fácil. Leeréis mis palabras, leeréis mis historias. No me leeréis a mí si no a mi creación. Por eso yo soy independiente de mi libro, yo soy solo la humilde escritora que le ha dado forma a la trama, no soy la trama. Ese es el motivo por el cual me sentía incapaz de hacerlo, soy las manos y la pluma, no la historia. No soy importante, al fin y al cabo.

El silencio se apodera del lugar, nadie ha comenzado jamás diciendo algo de ése estilo, creo que soy la primera. Las cámaras me siguen apuntando, las de fotos sacan flash, las de video graban. Alguna debe estar retransmitiéndose en directo y gran parte de España debe verme, tal vez también gran parte de internet. Carraspeo, menos nerviosa que antes pero sabiendo que lo que diga va a ser juzgado posteriormente.

—Mi libro. Mi libro habla de algo prohibido, de un amor extraño y una conspiración etérea. Probablemente si no lo leéis no entendáis lo que digo, no entendáis las dimensiones de lo que he intentado explicar. Varias dimensiones, imaginaciones y un único fantasma que conecta el presente con el pasado. Identificados os podréis sentir todos, la sangre será compañera en cada palabra y el dolor y terror también, pero habrá esperanza e ilusión. Es la historia de Helena Rozencratz y cómo ella vive en otro mundo, en una realidad alternativa. Es la historia de Ryan Midnight y cómo es capaz de abandonarlo todo para salvar el planeta de la destrucción y, de paso, evitar que Helena Rozencratz sea prisionera de la locura. Sí, mi libro es distinto, es igual, es extraño y a la vez es familiar. Podréis comprarlo en el lugar donde se compran los libros, a mi no me han pedido que especifique nada…

Las preguntas se suceden una tras otra y a cada segundo me encuentro más cómoda, llego a bromear incluso, llego a hablar con tranquilidad y desasosiego como si hubiera nacido para un momento así, como si las cámaras desaparecieran y fuéramos yo y el salón. Y unos amigos que me comentan cosas al azar. Mi sonrisa se hace presente con el deje de nostalgia de mi mirada que puedo jurar que nadie conoce ni sabe ver. Hay una amiga mía al final de la sala y le agradezco su presencia.

Y la presentación llega a su fin y más de uno quiere que firme para su periódico o una copia del libro autografiada. No lo entiendo porque aún no soy famosa hasta ése punto. Hago caso a lo que dicen y se lo doy todo a todos hasta que el jefe de la editorial me pide que salga de ahí. Y cuando salgo de ahí y las cámaras se apagan vibra mi teléfono indicándome que tengo un mensaje más de whattsapp. Lo miro y, de nuevo, se amplía mi sonrisa más y más. Felicidad instantánea, es mi quinta sonrisa verdadera.

“Has estado impresionante. Gracias por dedicármelo… Miss you.”

Aprieto el aparato contra mi pecho, feliz de nuevo. Feliz de saber que me ha visto por internet a pesar de todo el trabajo que probablemente se le habrá acumulado con los de márketing. Intento no responder pero se me hace imposible y mis dedos viajan por la pantalla táctil de mi Smartphone. Veo injusto que conozca mi apariencia y yo no la suya pero no me importa. Sé que eso es culpa de Olga o Irene, que ellas deben haberle dicho dónde podría ver mi presentación, que ellas deben haberle enviado alguna que otra foto. El hecho de que no haya dejado de hablarme es algo a tener en cuenta sabiendo que tampoco le he parecido un horror de persona. Aprecio que no me odie, aprecio que me haya visto en mi primera presentación y, pese a todo, sea capaz de enviarme un mensaje de apoyo y felicitación.

Tiemblo al saber que me ha visto, al entender por fin que para él ya no soy solo palabras, que soy una imagen, que tengo ojos con los que podría mirarle, que mi piel es del mismo tono que aquellas galletas que se tuestan al sol y quedan doradas. Que soy real. Tangible, incluso.



No dejo que me afecte la magnitud de mi pequeña paranoia. Me giro y comienzo a caminar, el editor me llama la atención, vuelvo a su lado y me tiende la mano. La sacudo, me felicita. Ha sido un verdadero éxito y asegura que se venderá como si fueran churros, que saben hacer publicidad y que la gente que ha estado presente se ha sorprendido con lo que he dicho. No me sonrojo con él delante, asiento y le comunico que ha sido un placer. Contra todo pronóstico no me deja irme, me pide que me quede un rato más para ultimar algún detalle de futuras ventas o ruedas de prensa, de futuros proyectos. Yo, con el móvil en el bolsillo, tengo que aceptar que es necesaria mi presencia: Responderé más tarde.

2 comentarios:

  1. Dime que habrá un desenlace más aclarador. Lo has dejado muy, muy abierto. (No se si es el final definitivo, eh).
    Pero he de admitir que 'P' tiene el toque sexy de anonimato, protector y amable y cariñoso. Y he de decir que me gusta.
    Y la historia es tan original, sobre todo me gusta el párrafo donde hablas por primera ves con la prensa... Eso sí que es DESTACAR.

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    1. Oh, por supuesto que lo habrá. Ésto apenas va por la quinta sonrisa. Habrá diez en total, y luego empezaré con las lágrimas. O tal vez la risa... No está decidido. :3

      Bueno, supongo que he plasmado bastante todas mis emociones en ello, el tal "P" es lo que yo creo que debería ser cualquier chico, es muy... genial. Sí, genial es la palabra.

      Me gusta que te guste, sí, lo de la prensa es una loca idea de mi cabeza que, cabe destacar, pretendo realizar de forma similar, no me imagino otra manera de decirlo...

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