Se puede admitir sin ningún tipo de problemas que pasé un
día divertidísimo a su lado, incluso fuimos a comer a un restaurante japonés y
nos encontramos con Olga a mitad de la tarde. Las tres recorrimos infinidad de
tiendas, incluso cambiamos de centro comercial tres veces. No importó, y eso
que siempre odié ir de tiendas. Muchísimo más que cualquier otra cosa.
Entre risas, helados de chocolate y vainilla (para Olga, más
que nada… Jamás soportó el sabor del chocolate) y algún que otro CD que compramos
en FNAC, el tiempo se ameniza suficiente como para permitirme desconectar y
olvidar las lágrimas que solté durante la noche. Pero no el te amo. Presente en mi mente se repite
una y otra vez en mi cabeza, con su tonalidad de voz exacta.
Es como un sueño, jamás pensé que me llegaría a poner tan
feliz con apenas unas palabras. Porque son palabras, al fin y al cabo, simples
palabras que me han alegrado el corazón y han logrado hacerme soñar unos
instantes. Irene tenía razón cuando lo dijo, al ser infeliz casi siempre, ahora
que por fin algo empieza a funcionar… Soy más feliz que una persona normal.
Pese a ello, deseo constantemente que la tarde termine, que pase el tiempo
rápido para estar en casa, frente a mi ordenador, esperando a que se conecte.
Y llega, ése momento. E incluso ceno frente al ordenador, un
cuenco de Ramen japonés que he comprado en la tienda de la esquina. Por fin me
he decidido a ser feliz y estoy tan emocionada que soy incapaz, completamente
incapaz, de permanecer calmada. Intento todos los trucos que conozco, incluso
soplo mi dedo pulgar mientras miro fijamente la pantalla iluminada. Mi
Messenger está abierto y también mi twitter aunque nunca hemos twitteado de
modo que no espero nada por su parte en ésa página.
Termino la cena, mamá entra en el cuarto y me da un beso de
buenas noches, también entra papá. Ninguno de los dos saben nada acerca de mi
romance, solamente son conscientes de que últimamente soy muchísimo más feliz,
desde hace ya meses enteros. Finales de abril y todo va sobre ruedas.
—No te acuestes tarde, peque. —me dice él, confía en que no
permanezca toda la noche conectada. Es lo que pienso hacer.
Cierran mi puerta al salir, es bueno porque mi cuarto está
insonorizado, al igual que el resto de los de la casa, precisamente para evitar
los ruidos nocturnos. Me había llegado a quejar de ello, ahora me encanta
porque es como poder hablar toda la noche con quien quiera sin que ellos
lleguen a enterarse.
Sobre las dos de la madrugada sigo con los ojos como platos.
Y es entonces cuando él se conecta. Pienso que no voy a abrirle pantalla, que
quiero que sea él quien lo haga si de verdad me quiere. No sé, me parece
demasiado irreal y forzado éste amor.
Lo hace, de
inmediato, hay una ventana parpadeante. La abro y sonrío de lado a lado. Me ha
tecleado un mensaje muy sencillito. Aún no ha cambiado de nickname de msn,
sigue siendo la misma frase que siempre. Me hace sonreír más eso. Porque
significa que no ha cambiado desde entonces pero que igual en el fondo sí lo ha
hecho.
I Miss You: ¿Sigues
estando completamente segura de querer saber quién soy?
Nana: Por supuesto…
I Miss You: Pero… Es
que acabo de saber que me amas. No soy capaz de enseñarte mi cara, no soy
capaz… Porque sabrás quién soy, porque te espantarás. O serás igual que cualquier
otra persona.
Nana: Cualquier otra
persona no soy yo. Y lo sabes porque me conoces, cada detalle de mi vida, cada
detalle de mi actualidad… Y en esto no te voy a mentir, tampoco, te amo y me va
a dar igual cómo seas, solamente quiero un rostro que poder recordar.
I Miss You: ¿Te das cuenta? Necesitas mi
rostro para amarme…
Nana: No, no lo
necesito, pero querría saber ubicarte, querría que cada vez que te imagino no
sea una sonrisa inventada, unos ojos bizarros y miles de gestos imaginarios que
vayan a juego con tu voz…
I Miss You: Lo
entiendo, sí. Pero me sigue costando mucho aceptar que tengo que hacerlo… No sé
qué vas a pensar de mí…
Nana: Seguiré pensando
lo mismo, no lo dudes. Ni por un segundo…
I Miss You: ¿Tienes Skype?
Nana: Por supuesto,
agrégame.
Le paso mi dirección y abro el otro programa casi al mismo
tiempo, mi corazón late a mil por hora, tal vez a más. No sé si es apropiado,
no sé si voy arreglada o no lo voy demasiado, no sé qué hora debe ser ahí.
Mientras se inicia, me pongo frente al espejo y me miro. Soy horrible, igual
que siempre. Pero se suman unas ojeras demasiado grandes para una chica de mi
edad, se suman los signos de la tristeza que ha permanecido demasiado tiempo en
el rostro de alguien.
Vuelvo a mi mesa con mi ordenador y me permito encender una
luz para que el entorno quede iluminado y si enciendo la cámara no se me vea a
oscuras como el monstruo de debajo de la cama. Veo una solicitud de amistad, la
acepto. De nuevo salta la pestaña de contacto que me habla, ésta vez en Skype.
I Miss You: Bueno,
supongo que aquí va…
Nana: Adelante.
I Miss You: Aún puedes
arrepentirte.
Nana: Quiero saber por
qué hay tanto misterio en torno a ti…
I Miss You: Deja que
voy a por la Web Cam.
Nana: Okay…
Dos minutos apenas transcurren hasta que vuelve a hablar, mi
sonrisa se ha desvanecido, solamente quedan los nervios. Puedo imaginar a un
hombre que se parece a mi padre, incluso. Pero no soy capaz de ubicarlo
realmente.
I Miss You: Bueno… Ya está. ¿Empezamos la videollamada?
Nana: Sep.
I Miss You: Pase lo que pase, no grites demasiado.
Nana: No creo que seas tan feo, va.
I Miss You: Yo sé por qué lo digo…
Nana: ¿Le das o no le das?
I Miss You: Sí, bueno, voy. Es que… No sé.
Nana: Ya inicio yo.
I Miss You: No, si iniciar sé, no sé si debería enseñar
quién soy…
Nana: Te amo.
I Miss You: Cierto. No dejes de hacerlo tras esto.
Resuena en mi cuarto la llamada pero conecto los auriculares
antes de responderla. Pasan unos segundos en los cuales permanece estableciendo
la conexión hasta que finalmente se inicia. Igualmente en su cámara sólo puedo
ver negro.
—¿Tienes la mano
delante de la cam? ¿En serio? —pregunto con escepticismo. Yo me veo a mi
misma en pantalla y me considero más horror incluso que en espejo. Mi pelo ni
siquiera está del todo peinado. Sin embargo, su pantalla está en negro.
—Es que… Joder, eres
hermosa. —no es que cambie el tema, es que lo ha soltado así, por las
buenas.
—Ya me conocías…
—Pero las fotografías
que me mandó Irene del viaje a Euskadi, la entrevista del libro y finalmente la
obra de teatro que, por cierto, la encontré en youtube… No son lo mismo que
tenerte frente a frente, aunque sea con una cámara, y dirigiéndote a mi…
—Vamos, va. Quita tu
mano de ahí…—pido calmadamente. Me tranquiliza saber que no soy la única
que tiene vergüenza de esto que está sucediendo.
—No tengo la mano
puesta, tal vez ha decidido no funcionar…
—¿La has enchufado
bien?
—Sí, por supuesto… —parece
confuso pero, tal vez, aliviado.
—Me contento con
hablar contigo así y ahora. —expreso, sin ningún tipo de tapujo en aceptar
que soy feliz y que, aunque él pueda verme por una pantalla y yo no a él, sigo
amándole. Con fuerza. Porque lo amo a él, y no a quien es.
El rato pasa y cada vez parezco menos reacia a que me mire.
Odio mi cuerpo y mi figura, odio mi cara, lo odio todo de mí y, sin embargo, él
parece amarme por completo, su voz es agradable y cálida y me invita a no tapar
mi sonrisa cada vez que la expreso.
—¿Sabes? Ayer, cuando
nombraste al chico del autobús, me puse muy pero que muy celoso. Demasiado, y
todo.
—Pero fue un pequeño
error…—contesto, en un ligero susurro.
—Oye ¿No es muy tarde,
allí? Mi móvil dice que sí…
—Sí, bueno, bastante.
Son las dos y media de la mañana.
—¿No dormirás?
—No, mañana es
domingo, puedo dormir hasta cuando quiera. —es automática ésa respuesta,
tengo asumido que me despertaré después de la hora de comer, pero no pienso
dejar de hablar con él. No sé si lo que me mantiene atada a la silla es él, por
ser él, o por ser capaz de saber, en un futuro quien realmente es. No quiero
pensar en ello.
El silencio se hace presente y me duele que lo haga. Sé que
sigue ahí, escucho su respiración. Deben ser las… a ver, seis horas menos si
está en Chicago. Son las tres de la mañana ya, por tanto son… las nueve de la
noche, allí. Sonrío y sé que se va a preguntar por qué lo hago. Por el momento
no le voy a explicar que es él el causante de todas ellas.
Y supongo que sin pensar demasiado vuelve a salir un tema de
conversación, igual de banal que cuando hablábamos por mensajería. Y es mi chico, sin más. Porque no importa su
cara, como dije antes, no importa su dinero –Aunque Verónica sigue en mi habitación, y sí, termino tocándole una
canción antes de irme a dormir –y lo que menos importa es quién es, sino
qué significa para mi.
Y para mí, él significa felicidad.
...F*#!@3ck... Lo dejas así? Y a esperar otro mes entero...
ResponderEliminarPlease, please, please, que el próximo aparezca antes!
Si lo dejo así :3 ahahahaha soy mala persona. No, creo que actualizaré mañana.
EliminarFan incondicional de tu blog... You know it. Y si, ese extraño hecho que no soporto el chocolate nada más que en tableta. Ah! Por cierto, creo que vi no sé donde que no se podía hacer publicidad, pero como yo lo valgo, pongo aqui mi fanfic de 1D (si, One Direction) A ver si tienes alguna seguidora directioner que se pasa y comenta...
ResponderEliminarhttp://youare-myshootingstar.blogspot.com/
Love ya!