Lo cual suena incluso cínico. Pero me da igual el cinismo,
me da igual lo que la gente piense de mí. O tal vez no. En realidad me importa,
me importa mucho. Y por eso soy lo que soy, porque me importa. Porque no soy
capaz de salir con un par de alas por la calle por el miedo a que me señalen
con el dedo. Decido que lo haré luego, que debo dejar de tener miedo de ser yo
misma, que debo hacer caso a él.
Me despierto y automáticamente abro mi ordenador, esperando
ver alguna que otra notificación en Facebook, esperando ver alguna que otra
mención en twitter o, tal vez, un comentario en youtube. En mi email encuentro,
como es costumbre, un email de su parte. Me desea unas felices vacaciones de
semana santa y me pide perdón porque no va a poder conectarse en, al menos, dos
semanas. Dice que tiene trabajo, que va a estar fuera de su casa, que le
encantaría poder comunicarse conmigo y que, tal vez, me llame.
Lo que pienso al leer esto empieza por un –¡Oh Dios Mío! ¡Por el amor de Merlín y
Santa Circe y Morgana y todos los magos y brujas! –y termina con algo
parecido a –Un tal vez… ¿Es un seguro o
es un “quiero quedar bien contigo pero no pienso llamarte”? Y parece ser
que no me equivoco mucho en mi pensamiento porque me estoy emocionando
demasiado por recibir la llamada de alguien a quien no conozco en persona.
Irene y Marc me dijeron que no importa si quiero y deseo a alguien así, que no
importa cómo he de ser feliz, que nadie puede decirme o darme unas pautas para
ello.
Mi semana santa empieza con una madre gritando y echándome
en cara que debo recoger mi habitación y limpiar un poco la casa. Empieza con
mi madre yéndose de casa para ir a trabajar. Hay algo que me dice que va a ser
entretenida. Recibo una llamada y me pongo nerviosa, pero solamente es Marta.
¡Es Marta! Bueno, hace demasiado tiempo que no la veo, no porque no quiera si
no por nuestros horarios…
Viene a verme, viene en media hora. Media hora que se
convierte en unos segundos en cuanto me pongo a limpiar. Me alegro muchísimo al
verla entrar por la puerta. Su mirada es de desaprobación al verme vestida como
siempre, con un chándal que me hace parecer una pordiosera. Tiempo le falta y
ya estoy frente a mi armario probándome cosas de chica que tengo por si acaso.
La risa me podría dar en breves porque Marta siempre es así,
ni me saluda y ya está intentando que sea femenina, al menos un poco. Creo que
podré llegar a serlo, o tal vez no. No me importa demasiado. Nunca me ha
importado, nunca me importará. Pero mi vida puede dar un giro radical si me
dejo por completo en sus manos. ¿Cuándo empezará a importarme lo que suceda con
mi imagen? Es Semana Santa, tengo vacaciones y quiero seguir en chándal y
despeinada porque me gusta la claridad que desprenden mis ideas en ésos momentos.
Me despido de ella un rato después y me miro a un espejo. Vaya, llevo vestido,
uno bonito de color rojo. No me niego a grabar un pequeño video en el que canto
un trozo aleatorio de una canción al azar de la cual no recuerdo el nombre. Me
siento hermosa por instantes. No sirve de nada que lo haga, sé que nadie me va
a admirar nunca por mi belleza, solo lo harían por mi inteligencia. Y nadie lo
ha hecho jamás.
Me siento frente a mi ordenador de nuevo a sabiendas que
debería estar haciendo la comida antes de que llegue mi madre. Una historia
surge de mis dedos, espera a ser escrita, me reclama mi lentitud con las
teclas, me reclama el poco ahínco que le proporciono, lo poco que me curro su
escritura. No escucho el sentimiento que transmiten mis dedos, no lo escucho
para que no pierda su esencia, para que, simplemente, se plasme en la pantalla
y quede ahí para mostrar a todo aquél que lo lea lo que significa. Una historia
al azar, una guerra y un amor prohibido. Eso representa las letras que bailan
en la pantalla. Tras ello me fijo en que sigo sola en casa y ya es tarde. Y no
he comido. Ya se empieza a convertir en costumbre, últimamente apenas como.
Debería remediarlo, lo sé. Me preocupo un poco por mi madre pero cojo una
chaqueta, me la pongo sobre el vestido y salgo de casa dispuesta a buscar un
restaurante donde poder comer algo y no tener que prepararlo, es la hora de la
cena.
Una llamada resuena de nuevo en mi teléfono móvil, a lo
largo del día varios amigos me han llamado. Nunca ha sido la voz que espero
escuchar. Cambia mi suerte una vez más, cambia mi suerte y no puedo evitar
sonreír por completo. Estoy en medio de la calle, las luces me llenan el alma,
me obligan a mirar a mi alrededor. Y la voz ronca resuena en mis oídos y me
eleva hasta donde el neón no se ve, me permite dejar de estar en esta calle, en
este momento, con este aspecto. De nuevo soy solamente yo.
—¿Molesto mucho? —Y
lo ha preguntado en inglés. Y es una voz preciosa, es una voz alucinante. Me
sonrojo notablemente, me alegro de que él no pueda verlo. Quiero decir algo
bonito, algo cursi, algo que se parezca a un “nunca molestarías”. Lo único que
sale de mis labios es una frase entrecortada.
—¿Por qué ibas a molestar, P?
—No lo sé, tus
horarios, creo que deberías estar cenando ahora mismo y… Nada, olvídalo ¿Cómo
estás?
—Estoy bien, llegué hace dos días del viaje que te comenté. —soy
apenas capaz de armar una frase sin ponerme nerviosa. Él parece mucho más
calmado, más maduro que yo. Me anima su actitud.
—¿Te apetece
explicarme cómo te fue o aún soy demasiado desconocido como para ello? —más
que dolido suena esperanzado, realmente puede estar creyendo que no quiero
nada, que no quiero que me hable. Tal vez aún mantiene en su cabeza la imagen
de mí siendo una escritora diva. No quiero que piense eso de mí. Me siento en
un bordillo y empiezo a explicarle cosas.
Y parece que incluso pasan horas pero él admite que ha
elegido una tarifa para pagar únicamente él. Esto me molesta porque no quiero
que se gaste su dinero en alguien como yo. Siempre responde que todo el dinero
sería poco para alguien con una sonrisa tan hermosa como la mía. En ése punto
callo sin entender pero poco a poco recuperamos la conversación. Es amena,
muchas veces se tiene que parar para repetirme la frase con lentitud y que yo
la entienda. Mis anécdotas transcurren una tras otra y apenas cuando noto que
el cielo ya está demasiado oscuro escucho algo extraño al otro lado de la
línea. Es un:
“Date prisa, tío,
tenemos que hacer las pruebas de sonido y te necesitamos, luego hablas con tu
novia y le cuentas las guarradas que quieras.”
Puedo incluso jurar que se ha sonrojado aunque no puedo
verlo. Sigo sin conocer su rostro así que no alcanzo a dar un tipo de reacción
exacto con su cara. Sé que debe ser adorable. Emite una disculpa rápida y nos
despedimos. Me parece realmente adorable, me parece extraño que me parezca así.
Supongo que es el amor. Sé y acepto que aunque fuera feo continuaría enamorada
de él. ¿Qué me ha hecho? ¿Por qué no puedo dejar de pensar en ello? Su voz se ha
quedado grabada en mi memoria, su voz no para de sonar en mi cabeza con sus
tonterías. “No suelo hablar con la gente,
no me gustan las personas” me ha dicho en un momento dado. Lo podría
aplicar a mi propia vida, lo sé, pero no lo hago y me retiro al primer bar que
encuentro para conseguir un bocadillo de tortilla o algo similar. Realmente me
muero de hambre.
Y mi semana santa transcurre entre dibujos y pinturas al
óleo, entre escritos que se pierden los unos entre los otros y entre proyectos
de historias largas que no me decido a escribir. Es una semana santa
interesante, en especial porque todos los días a la misma hora recibo sus
llamadas. A veces largas, a veces cortas, siempre interrumpidas por alguien que
le necesita para algo. Me pregunto en qué trabaja exactamente.
Realmente no se puede decir mucho: en apariencia una túnica rosa ataviada con los toques de Nana que dan a uno para pensar en seguir leyendo por el puro placer estético de unas palabras bien encajadas. No soy muy aficionado a este tipo de escritos así que no puedo decir demasiado; dejémoslo en que has hecho que me guste un romance (NO VOY A EMPEZAR CON LO DE "BETTER LOVE STORY THAN TWILIGHT").
ResponderEliminarJoder. Qué comentario más guay. Sí, bueno, supongo que deberé continuarla quiera o no quiera. Solo para seguir leyendo que a TI -precisamente a ti- te gusta un romance.
EliminarOye Nana, desde que leo tu foro me pregunto si esto ya lo tenías escrito o_o o si lo escribes a la marcha, porque clavas el tiempo xD Por cierto, de nuevo decirte que me encanta ^^
ResponderEliminarPues tengo escrito hasta el ocho, así que... xD
Eliminar